jueves, 19 de diciembre de 2013

La verdadera incógnita reside en uno mismo



Tras derrumbar su último rayito de esperanza, le dije que no quería dejar de verle, mientras mis costillas temblaban al oír a mi corazón decir que sabía con certeza que esa sería la última vez que nos íbamos a ver.

martes, 17 de diciembre de 2013



   -A ver, explícame eso que igual soy cortito y lo he bieninterpretado...
   -Digamos que la curiosidad mató al gato y a mí aún no me ha matado.
   -Pero... de algo hay que morir, ¿no?
   -¿Y no crees que también es pronto para morir?

sábado, 23 de noviembre de 2013

FATE


Sí, existen esas canciones que te hacen teletransportarte al momento en el que las escuchaste por primera vez, o también, a cada lugar que visitaste y todas las carreteras que recorriste todas las veces que la escuchabas antes y que ahora, por todo el tiempo pasado, ya no disfrutas tan a menudo de ellas. Porque cada canción es una historia; unas perduran y cada vez que las escuchamos aparecen cosas. Nos bombardean los recuerdos. Pero, sin embargo, en ocasiones esas historias ni te van ni te vienen y dejas de escucharlas. Prefieres olvidarlas.
Esta canción en concreto me recuerda a ti. Y no sabría decirte por qué; si porque me la enseñaste o porque aparecía siempre en el momento justo
a pesar de tener el modo aleatorio encendido.
Tenía la habilidad de aparecer siempre que hablaba contigo.
Me recuerda al intercambio con Questembert (perdonad, ha acabado la canción y debo ponerla de nuevo…).
No puedo evitar sentirme feliz escuchándola de nuevo. Es como tocar, observar y sentir otra vez todo. Veo mis experiencias en Francia, que me cambiaron por dentro, como siempre que viajo al extranjero; no sé, me purifica, me ayuda a plantar en mi mente más semillas blancas, las buenas, como dice un monje del que no recuerdo su bizarro nombre.
Me veo a mí en la carretera, no fuera, quiero decir dentro de un coche (qué mal se me da la ironía…) y me veo también con mis cascos y mirando hacia la ventana, de vuelta de un día de playa, y tú retumbando en los pensamientos. Y pienso en las respuestas negativas, y qué hubiera pasado si te hubiera dicho que sí, y a los que les dije que sí, si les hubiera rechazado. Me pongo a reflexionar sobre todas esas cosas. Sobre el destino, en el que creía antes, y en todas las cosas que me ha arrebatado si es verdad que existe.
¿Soy la única persona que piensa en estas cosas? ¿Qué hubiera pasado si en lugar de vivir todas las experiencias, tanto buenas como malas, hubieran ocurrido de manera totalmente contraria? Sólo sé seguro que no estaría aquí, desde donde escribo… y es que, ¿qué hubiera pasado si ese día en el que trataste de darme un beso no te hubiera rechazado? ¿cómo os hubiera conocido si aquel verano no me hubiese apetecido veranear en la montaña porque seguía sin poder separarme un segundo de mi madre? ¿y si no hubiera conocido a lucía? ¿con quién hubiera compartido un verano entero?
Dicen que estamos determinados por el destino, que es quien decide si nos vamos a morir con 20 o con 89 años, que escoge a la persona con quien más años de nuestras vidas compartiremos álbumes de fotos que quizás luego haya que romper o quemar, que viviremos en un país diferente o en el mismo pueblo en el que te criaste, si seremos alguien famoso o un ciudadano más.
Yo no sé si fue por madurez o porque todo me salía al revés de como deseaba, pero un día decidí deshacerme del destino, acuchillé al viento porque no encontraba otro culpable aparente. Me deshice de posibles pruebas que él usaría en mi contra, y me autoconvencí de que no existe esa persona con el que acabarás un día sí o sí. Que aunque llegues tarde a las reuniones o a la universidad, me lo cruzaría igual por los pasillos. No, no y NO. No quiero esperar a que los astros se alineen y me concedan al príncipe con el que muchas (y muchos) sueñan. No me lo creo, no me creo que por no salir esa noche de fiesta y no te cruces con el hombre de tu vida, estará el lunes sentado en el banco en el que siempre esperas al bus.

Definitivamente no creo en el destino, sino en mí.

lunes, 18 de noviembre de 2013

sábado, 16 de noviembre de 2013

Besarnos hasta borrarnos la identidad


Enamorados del descontrol,
dieciocho años,
poca cautela, 
muchos condones,
muchas lagunas,
su momento;
reír, llorar, bailar hasta que se nos carguen los gemelos,
ahogar los desamores en Vodka,
gritar a los árboles,
correr con la música a tope,
besarnos hasta borrarnos la identidad,
equivocarnos, ensuciarnos, perdonarnos,
intercambiando olores,
buceando bajo las sábanas,
descontrolarnos,
impidiendo el paso a la rutina,
querernos, olvidar los problemas,
suena utópico a veces,
pero me gusta tener dieciocho años. "Y, ojalá, 
ojalá como dijo aquel filósofo, el tiempo sea cíclico" y podamos reencontrarnos
dentro de 100 años y tengamos la oportunidad de volver a vernos
en los bares, y de reír, llorar, bailar
hasta que se nos carguen los gemelos, 
de ahogar desamores en Vodka,
gritar a los árboles, besarnos hasta borrarnos la identidad...
Y arrepentirnos de todo entre carcajadas
durante la penúltima canción de la noche
 en la que todos volvamos a estar locos como en 100 años antes.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Lara no, Clara.

Hace tiempo me dijeron que no era bueno soñar tanto de día. Se confundían. No sabían que las mejores personas se encuentran ahí, en los sueños.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Some places remind me of you.








Ambos odiamos los domingos y no sabemos por qué. Sabemos que odiamos cosas porque las vemos, porque nuestras cabezas lo dicen: hoy es domingo, y es lo que toca, estar melancólico.
Some places remind me of you.
Ni París, ni Teruel. A mí me enamora Madrid.
No sé si será por el aura contaminadora que la envuelve, o por los desayunos en el Rodilla, o por las paradas fallidas, o por las puestas de sol en el templo de Debod, o por las compras estresantes por Gran Vía, o por el calor de la calle Preciados y el frío de Malasaña, o por las tabernas de La Latina, o por las noches de cena callejeras rodeada de gente desconocida, o por las visitas guiadas en coche, librándote de los concurridos pasos de cebra, o por las tardes improductivas en cuanto al estudio y completamente llenas en cuanto a las conversaciones. O será por los paseos por el Manzanares, o por los modelitos de la gente que me cruzo por cualquier calle, o por la inexpresividad de los abuelos que pasean con sus bastones, o por las miradas furtivas con chicos en el tren de vuelta a casa, o por las comidas en cualquier rincón. O por las carreras de los coches cuando el semáforo indica movimiento color esperanza, o será por la cantidad de artistas callejeros que no tienen nada que perder, o será por la indignación y fortaleza que refleja cada baldosa de la Puerta del Sol, o por las calles que parecen no terminar nunca, o por esas preguntas tan fáciles de contestar a las 7 de la tarde: ¿qué te apetece hacer?, o por ser Madrid y no Santander, o por ser el primer destino en mi cabeza los puentes de Navidad o Semana Santa. O porque nos vendieron la ridícula frase de "de Madrid al cielo, y desde allí, un cachito para verlo". No sé, es Madrid, no sé explicarlo de otra manera.

martes, 5 de noviembre de 2013

Y al otro día, quiéreme.

Creo que nunca una canción me ha sacudido tanto el alma.
 Se podría decir que depura,
engancha, 
atrae,
reinicia, 
calma,
desestresa,
emociona.


"Relajémonos y pongamos música. 
De pronto, abalancémonos como bestias indómitas. 
Mordámonos, toquémonos, gritémonos. 
Permitámonos que todo sea valido. 
Y sin parar, follémonos. 

Follémonos hasta quedar afónicos, 
follémonos hasta quedar escuálidos. 
Y al otro día, quiéreme. 
Unamos nuestro caminar errático descubramos restaurantes 
asiáticos, compartamos películas, 
celebremos nuestras onomásticas regalándonos fruslerías 
simbólicas. 
Comprémonos un piso. Hipotequémonos. 
Llénenoslo con electrodomésticos y regalémosle nueve 
horas periódicas a trabajos insípidos que permitan llenar el frigorífico. 
Y mientras todo ocurra, solo quiéreme. 
Continúa queriéndome mientras pasan hespiditas las 
décadas dejando que nos arrojen al hospital geriátrico. 
Inválidos, mirándonos sin más fuerza ni dialogo que 
el eco de nuestras vacías cáscaras. 
Quiéreme para que pueda decirte cuando vea la sombra 
de mi lápida 
Ojalá, ojalá como dijo aquel filosofo, el tiempo sea 
cíclico y 
volvamos reencarnándonos en dos vidas idénticas y 
cuando en el 
umbral redescubierto de una noche de miércoles 
pretérita tras 
chocarme contigo, girándote, me digas: uy, perdóname, 
ruego que 
permita al Dios autentico que recuerde el futuro de 
este cántico, y 
anticipándolo, pueda mirarte directo a los ojos y 
conociéndolo muy 
bien, sabiendo el de venir de futuras esdrújulas, 
destrozando de un 
pisotón mi brújula te diga: Solo quiéreme". 

martes, 29 de octubre de 2013

Apocalipsis Whatsapp

"[...]A la gente no la mata un dragón bermejo con siete cabezas, diez cuernos y en cada cabeza siete diademas. La gente se mata dándole a enviar a un “estoy llegando” a 140 kilómetros por hora en la carretera de La Coruña. 
No conozco a nadie que se haya muerto porque el Cordero abrió el primero de los siete sellos y oyó al primero de los cuatro animales decir con voz de trueno “ven y verás”. En cambio, ¿cuántos peatones han sido arrollados por vehículos largos dejando a sus amantes como últimas palabras una caca que sonríe? ¿Cuánto montañero distraído buscando 3G con el móvil en alto, el sol en la cara y los ojos donde no debía, ha acabado despeñado por no poder esperar a enviar una foto del amanecer? Pero lo más importante, ¿cuántas relaciones han dejado de prosperar y niños han dejado de nacer por esos tíos que abusan de los emoticonos?
Desconocemos los datos, pero intuimos que son unas cifras escalofriantes, unas cifras que incrementan cada año. Con cada nuevo usuario, nuevas víctimas. Unas cifras que podrían estar anticipando la extinción de la especie porque, como los buenos virus, whatsapp tiene una característica que lo hace extremadamente contagioso: los mensajes son gratis.
¡Mejora eso, plaga de langostas! En whatsapp tú te lías a hablar y eso no tira de tarjeta. Tú escribes y escribes y no pierdes nada.
Pones espacios, y espacios, y espacios.

Otro espacio.
Puntos suspensivos.
[...]

Como decía al principio, el whatsapp marca el fin de la especie. Pone de manifiesto lo peor de nosotros. Descubrimos que las personas se reúnen con otras personas para ignorarlas mientras hablan con otras, que tenemos tan claro que lo vamos a hacer mal que nos justificamos nada más presentarnos (“no me funciona whatsapp”), que no confiamos los unos en los otros. Whatsapp aviva la llama de la desconfianza. “¿Por qué no me contestas? Pone que lo has leído”. Jura cuanto quieras, ese teléfono que lleva con él la mitad de tiempo que tú, que se lo regalaste tú, de hecho, tiene mucho más credibilidad. Las personas confían en cualquier cosas antes que en otra persona. ¿Por qué? Porque se conocen. Sabemos cómo somos.
Whatsapp es el origen del fin. Whatsapp nos hace querernos menos y tropezar más. Whatsapp convierte las comidas entre amigos en un locutorio.

¿Mi consejo? Perpetuad la especie, volved al SMS o, mejor aún, al correo ordinario."
Y es que a Rodrigo Taramona cualquiera le replica ahora mismo. Tiene más razón que un santo. El nuevo invento para mantenernos distraídos, quietos como estatuas (exceptuando las manos y sobre todo el dedo pulgar) en bares, salas de espera, asientos de metro... etc, nos hace dependientes de un objeto con el que nuestros padres no nacieron bajo el brazo, y ahí los tienes, más desestresados que nosotros ya que no se preocupan por la mierda de invento del doble check o la "ultima hora de conexión", que ha acabado con tantas relaciones. Pensad en el número de personas que salen a la calle y pasan más tiempo recorriéndola con los ojos delante de la pantalla que en el semáforo en verde que ya parpadea para convertirse en rojo. Pensad en las conversaciones con vuestra abuela mientras os preparaba la comida de los domingos y que ahora quedan en un beso en la mejilla y en un: "bueno me voy al sofá con el móvil" o ni siquiera eso. Pensad en todo el tiempo que malgastamos escribiendo: ¿dónde estás? cada dos minutos cuando vemos que alguien se retrasa. Pensad en todo ello, en todo ese tiempo que se acumula, ese tiempo perdido que podríamos reciclar y aprovecharlo para leer un libro, hablar con tu tía...o yo qué se! Para hacer cosas que te apasionan o para descubrir esas cualidades en el deporte que antes desconocías.
Yo me propongo curarme de la toxicidad del Whatsapp, espero que quien haya leído todo esto, también. 



sábado, 26 de octubre de 2013

¿TE GUSTA TU CUERPO?

Probablemente la mayoría que responda pensará en algún defecto corporal que desearía retocar, maquillar o simplemente no mostrar a la gente. "Pues me sobra algún kilito por allí y dos más por allá...", o algo como... "detesto esas estrías que recorren mis muslos".

He encontrado esta preciosidad y tenía que compartirlo porque este texto es precioso y dice muchas verdades. Gracias "Be" por hacerme llegar hasta él.

"Es tu única herramienta de comunicación con el mundo. Es la única vía que tienes para oler, saborear, escuchar, tocar, viajar, sentir dolor, placer, calor, miedo...
De hecho, lo único que tienes, en realidad, es tu cuerpo.
Tiene curvas, rectas, pelos, marcas, heridas, postillas, arrugas, granos, manchas. Como todos los cuerpos.
Abrazamos, deseamos, lamemos, mordemos, acariciamos, amamos, admiramos, envidiamos, echamos de menos otros cuerpos. Y esos cuerpos tienen -a veces- tripas redondas, pechos pequeños, muslos grandes, lorzas, arrugas, manchas, granos, pelos... Pero abrazamos, deseamos, lamemos, mordemos, acariciamos, amamos, admiramos, envidiamos, echamos de menos esos cuerpos.
¿Cómo podemos no amar el nuestro? ¿Cómo han podido convencernos de que no nos guste nuestro cuerpo?
Despreciar tu cuerpo es como avergonzarte de la tierra en la que has nacido, de la familia en la que te has criado, de tu gente, de lo que eres.
Si no te gusta tu cuerpo, no puedes gustarte, ni quererte, porque tu cuerpo es la forma en que te relacionas con el mundo.
Cuida tu cuerpo para vivir más, para sentirte mejor, para explotar de él todas las capacidades de disfrutar y experimentar que encierra. Pero no cuides tu cuerpo para responder a la idea que te han impuesto de lo que es un cuerpo que merece ser querido.
Tus curvas, tus rectas, tus arrugas, tus marcas, tus heridas, tus manchas, tus pelos, son lo que tu eres. Y si te pasas la vida huyendo de ellas, no vas a conseguir quererte nunca.
Y entonces te convencerán de que necesitas dietas, cremas, depilaciones, operaciones, aparatos, maquillajes, fajas, rellenos, para que te quieran. Y así quererte un poco.
Pero nadie puede relacionarse desde la libertad y la felicidad con el mundo, si no le gusta la herramienta que utiliza para hacerlo.
Coge ese cuerpo, desnudo en el espejo, y míralo como miras los cuerpos que quieres, que deseas, que abrazas, que admiras, que envidias. Olvídate de todos los mensajes que dicen cómo debería ser y aprende a moverte con él por el mundo, contenta y orgullosa.
Y no dejes que nadie, nunca, se meta con tu cuerpo".

Y ahora piénsalo otra vez: ¿TE GUSTA TU CUERPO?

jueves, 24 de octubre de 2013

TRU.LUV

-¿Sabes una cosa, chica?  - me dijo acercándose cada vez más a mis labios.- Que a mí me da igual que te planches el pelo cada día, o de qué color te pintarás esta semana las uñas, o cuánto dinero malgastes en una colonia de marca, o si tienes un iPhone 5. Que me importa un rábano si el flequillo te ha quedado así o asá, o si se te transparenta el sujetador con esa blusa que llevas todos los domingos, o si tienes una cámara Réflex con la que dejar sin habla a cualquier turista de la calle; o si tienes buenas o malas notas en la universidad; o incluso si vives con 1€ al día. Lo que te quiero decir, pequeña cabeza loca, es que me da igual si vas a la moda o no, o de si eres de las que llegan 20 minutos tarde...

Que todo eso me da igual, ¿entiendes? Que yo me enamoré de ti justo en el momento en el que te serví la primera cerveza en ese cutre chiringuito de playa.

martes, 22 de octubre de 2013

Qué mas da que se acerque el otoño mientras tú y yo podamos seguir haciendo el verano.

sábado, 19 de octubre de 2013

Una larga e intensa conversación delante de un par de cervezas.
Callejear por tu ciudad favorita.
Sacar el brazo por la ventana cuando vas en coche.
Escuchar tu canción en la cima de una montaña.
Pegarte un atracón de pasta.
La sonrisa de un desconocido.
Los abrazos de mamá.
La brisa refrescante cuando tomas el sol.
Los dos primeros pasos descalza tras quitarte los tacones que has llevado toda la noche.
Los 45' que has pasado corriendo sin parar.
Esos 5€ que quedaban en tu bolsillo y que justo llegan para invitar a alguien a un café.
Visitas por sorpresa.
Los besos en los portales.
Los abrazos de las reconciliaciones (los más verdaderos).
TÚ.


lunes, 7 de octubre de 2013

OLIM


Todavía no ha nacido y ya estoy orgullosa de ella. Aún no le he visto los ojitos y ya sé lo mucho que la quiero. Todavía no la he oído llorar y ya sé que seré capaz de calmarla. No he oído ni siquiera su voz y tengo la certeza de que cada vez que la escuche me alegrará el día. 

Una personita muy muy especial está creciendo; un bebé más, un número más en el mundo y un chupete menos en la sección de bebé del súper. Un maniquí del Zara Kids al que le será desprovisto un body rosa palo, un hueco en el estante de la farmacia se hará paso tras retirar un biberón con ositos, o con algún animal semejante. Las paredes de su casa cobrarán vida cada vez que Olimpia pinte con sus ceras de colores algún mensaje imposible de descifrar; andar por el pasillo ya no resultará tarea tan fácil cuando peluches, muñecas y algún cuento sirvan como ladrillos para construir un "fuerte anti-monstruos"; en la cocina ya no existirá otro olor a comida que no sea el de los potitos de fruta o la papilla de cereales. La memoria del móvil de su mami estará saturada de fotos de la bebita durmiendo, sonriendo o con la cara llena de tomate cuando coma su primer plato de pasta. A su papi no le quedará tiempo en su gabinete para hacer una simple manicura francesa porque estará hablando todo el día de su princesa y lo guapa que se la ve cada día. Porque, como ya he dicho, mi pequeña ratita, Olimpia, va a ser un bebé más en el mundo. Pero me basta con saber que a sus papis, abuelos, tías y tíos y sobretodo a MÍ, esta brujita nos va a cambiar la vida. 
Te quiero mucho, mi niña preciosa 



domingo, 29 de septiembre de 2013

10 años hablando de chicas.

"Ahora que pasé a la acción he de reconocer que en ocasiones he engañado sobre mi edad para ligar. Otras veces en vez de armarme de valor me he tenido que armar a copas para tener el desvalor de desarmarme. He dicho verdades que me las han tomado a broma y mentiras que no tenían nada de mentira. He creído conocer a una chica y he desconocido a otra. A veces me he desconocido a mi mismo. Me han gustado y me han disgustado. Me han disgustado sin gustarme. He jugado a ser malo y me ha salido bien, otras veces fatal. Y siendo bueno me ha pasado lo mismo. Me he ilusionado y me he pegado auténticos tortazos, pero yo reboto contra el suelo. Y también he perdido la ilusión cuando no debía. He buscado el amor y el desamor y no he encontrado ninguna de las dos cosas. Me he rendido sin tirar la toalla. He hecho las paces sin sacar bandera blanca y otras veces me enfadé sin motivo alguno. He peleado por quien no merecía la pena y ganado batallas para perder la guerra. Me ha asustado el compromiso y he asustado con el compromiso. He conocido a la chica correcta en el momento equivocado. Otras veces me he equivocado con la chica incorrecta. He pasado del tema y han pasado de mí. He fastidiado y me han fastidiado".

sábado, 27 de abril de 2013

Tengo la manía de escribir todo lo que me ocurre por muy tonto que parezca. Me gusta plasmar las situaciones o momentos que me ofrece la vida y transformarlos en recuerdos escritos. En recuerdos que sé jamás podrán desvanecerse. Lo que hago es escribirlo de manera bonita para recrear historias, y así engañarme un poquito. Creo que eso es lo que me está pasando factura últimamente. Vivo en una película. Busco el final de ellas (que debe ser feliz, claro) con prisa, sin saber que los momentos que anhelo vienen solos, ocurren a lo largo de esta película llamada vida. Pero soy tan impaciente que no puedo esperar al minuto X del film, y me paso todo el rato inquieta en el sitio, moviendo con nerviosismo los pies, mirando hacia la ventana cada dos por tres, resoplando un ay otra vez enérgicamente y volteándome el pelo de un hombro al otro. Y, ¿sabes lo que ocurre? Que me estoy perdiendo lo que está sucediendo ahora. Mi cuerpo está sobre el sillón, pero en realidad mi cabeza se está imaginando el final, un final directamente dependiente de lo que está ocurriendo ahora.

martes, 1 de enero de 2013

MARIO. (Grave). Encarna, soy un hombre quebrado. Hundido, desde el final de nuestra guerra, en aquel pozo de mi casa. Pero si tu tristeza y la mía se unen, tal vez logremos una extraña felicidad.