martes, 6 de octubre de 2015

Para nadie.

"Aún no te conozco, aún no sé tu nombre
y ya echo de menos tus domingos por la tarde. 
Aún no me he atrevido a jugar mis cartas 
y ya tengo miedo de no conseguir jugarlas. 
No detuvo el tiempo un beso furtivo, 
pero en mi cabeza ya está todo decidido:

Me faltan detalles que he de concretar, 
el color de ojos, por ejemplo, me da igual.
Risas que no falten, me voy a callar...
(Todas esas cosas que puedan sonarnos mal).

No sentí tus labios, 
no he sentido el peso de tu cuerpo
y ya estoy muriéndome de celos 
por el hombre que ahora besa tu pecho. 
He de reconocer que no tengo derecho.

Aún no hemos reído como dos idiotas, 
te tengo guardadas mis mejores bromas. 
Aún no he conocido tus raras manías 
y ya tengo ganas de que aguantes tú las mías. 
Aún no hemos sufrido la cruel rutina 
y ya estoy pensando cómo llenaré los días.

Aún no te conozco y ya te he perdido, 
me valdrá cualquiera, siempre me pasa lo mismo..."




miércoles, 23 de septiembre de 2015

De vuelta a mí

No apagada.
Solamente fuera de cobertura,
para reconstruirme,
para abandonarme y redescubrirme
por dentro.
Cuanto más lejos de los orígenes,
más cerca nos encontramos,
nos chocamos con nosotros mismos 
como cuando nos chocamos con alguien al doblar la esquina.
Accidentalmente. A veces necesariamente.
Para encontrarnos.
Para hacernos felices.


jueves, 11 de junio de 2015

Disidentes


Como el disidente de su propia patria, ¡qué escándalo!
El político que regresa a la casa en la que su madre le engendró.
El barco que da marcha atrás. Y los botes salvavidas que llegan al destino pretendido.
El náufrago que vuelve a comprar el billete de ida.
Vuelves como la muerte cuando te roza, y piensas: ¡por qué poco!
Vuelves como el viento que echas de menos en la playa.
Vuelves al origen, al vientre del otro sexo, a aquel anticiclón (al) que nunca debiste provocar.
Dar marcha atrás es retroceder, y retroceder es dar vida a aquello que perecía.
Deja de salvarme la vida -me decía. Deja de salvarme la vida. De lo contrario, nunca podremos disidir de nuestra propia patria.




jueves, 19 de marzo de 2015

Intranerso

Cómo la jodida intro de un libro que apenas lleva una semana en mi habitación ha podido cautivarme tantísimo. En realidad, no sería todo tan bonito y "literariamente orgásmico", si no fuera porque ha llegado a mis manos una mala señal con un tan sumamente magnífico libro de poemas.

Conforme iba leyendo línea tras línea, saboreando la tinta del libro con ese entusiasmo al que le llega a acompañar un dulce sabor de boca me he dicho a mí misma: ¡Mierda! He dejado de escribir y me estoy abandonando. Por un momento he recordado cuánta vida me da relatar todos los pensamientos que llegan a visitar mi desastre de mente. Leer a Carlos me ha ayudado a reaccionar.

Me he acordado incluso de Sara ¿o María?... Ya no me acuerdo del nombre de esa chica que conocí en un viaje de Valencia a Madrid. Aquel día -especialmente soleado para estar en pleno diciembre-, conocí a una tía que me empujó a seguir escribiendo, que se interesó por mi blog y que, quien sabe, quizás llegó a guardar bajo buen recaudo el enlace que escribí en su móvil y llega a leer estas líneas que hablan de ella. En el caso de que, afortunadamente, topes con estas palabras quiero decirte: GRACIAS. Gracias por confiar en mí, viajera desconocida, por recomendarme palabras mágicas, por no dormirte mientras te contaba todas mis inquietudes y, joder, gracias sobretodo por amenizarme el viaje. Bonitas gafas de sol.

No sé como enlazar la relación que hay entre el libro que estaba leyendo hace media hora con 
Sara, María, Carlota o como se llame mi amiga de dos horas. No importa eso. Pero de lo que estoy segura es que esa relación, cualquiera que sea, es estupenda y maravillosamente genial. La fuerza que uno encuentra por el camino es a veces infinitamente mayor que la que tratas de buscar todas las mañanas. 

No quiero dejar nunca de escribir. Y como dije un día, 

si me quitan las palabras, me lo quitan todo.





domingo, 8 de febrero de 2015

Detesta las lentejas, pero siempre trata de comerse unas pocas cada vez que las cocinamos, aunque creo que solamente lo hace para que nosotras nos comamos el pescado una vez por semana. Tiene un espíritu de rebeldía imparable, unas ganas de luchar e inconformismo que no empujan a cualquiera a recorrer kilómetros para manifestarse contra los recortes en sanidad.

Los viernes siempre acaba quedándose dormida en el sofá , lo que conlleva a que los sábados por la mañana nos pregunte: "Oye, ¿cómo acabó la película de ayer?". Está en contra de los desayunos con leche de vaca pero a favor de la fruta todos los días. Fuera de convenciones, se salta cualquier esquema "adecuado" para la sociedad. Y eso me gusta de ella. 

Pero no solamente eso. Me gusta cuando sonríe, pero sobretodo cuando lo hace bajo esos labios de color rosa que se pinta a veces. Me gusta cuando me venía a ver a las actuaciones del cole, cuando hacíamos manualidades juntas, cuando nos reímos de cosas que solamente nosotras y el tiempo pasado juntas hemos logrado entender, que se vista como le da la gana. Me gusta que me diga: "Chao, cariño. Cuídate." antes de despedirse cuando hablamos por teléfono desde sitios tan lejanos. Me gusta hacer que se sienta orgullosa, que me ayude a crear un futuro. Me gusta todo eso y mil cosas más, y a pesar de pasar tantos buenos momentos juntas, no recuerdo un dolor tan agudo excepto el que siento cuando ella llora.

Supongo que cada hijo lo dirá de la suya, pero nunca la he considerado ni mucho menos una madre convencional, una mujer convencional. Lejos de prejuicios, superficialidades, egocentrismos y egoísmos. Siempre ha puesto por delante crear un pensamiento crítico en nosotras antes de darnos y hacernos lo que queríamos, por muy mínimo que fuera aquello que deseábamos. Al igual que mis hermanas, he aprendido (y sigo haciéndolo gracias a ella) a saber decir que no, a luchar por lo que quiero, a guiarme por lo que siento con el corazón. Ella nos aconseja y nos quita la razón cuando no la tenemos o nos dice cosas que a veces no nos gustaría oír, pero eso sirve para que aprendamos de nuestros errores, para ser personas racionales. 

No puedo pedir más ni ser más feliz por tenerla en mi vida. Mi amiga, mi compañera de vida. Gracias por habernos traído a la vida, mami.

Necesito ahora -más que nunca- que me quites la razón.