Tu
historia es tu historia. Está tan adherida a ti como los imanes más fuertes que
puedan existir. Algunos viven con su historia cargada a la espalda, como si se
tratara de una mochila pegada a ellos llena de piedras grandes y frías en un
sendero constante y lento. Deben
soportar su carga y aunque puedan dejarla cada 4 horas en el margen del camino
para descansar, siempre deben recogerla y proseguir.
Otros apenas son
conscientes de la propia existencia de su historia. Simplemente despiertan cada
día y saben lo que tienen que hacer; recorrer los mismos lugares de aquí para
allá, con las manillas del reloj dirigiendo los pasos que deben tomar al final
de la calle. Puede que las historias de cada uno, al fin y al cabo sean como
fantasmas que no siempre saben despertar. O quizás no hayan encontrado a nadie
a quien con quien compartir el lastre y por eso nunca terminan de descansar al
completo.
Pero
luego están las personas más especiales, aquellas que no dicen “esta es mi
historia”, aquellas que no buscan a nadie a quien relatar todo cuanto
recogieron por el camino. Este tipo de personas son las que menos abundan y
cuyos relatos contienen infinidad de trayectos y cambios bruscos de dirección.
En eso consiste todo, supongo, en crear capítulos cada día. No
se deben deshacer los apuntes tomados, está permitido incluso copiar si a
partir de eso vas a aprender, vas a coger el trampolín y saltar tres veces más
alto que la noche anterior. Las historias no se destruyen, y es científicamente
imposible que se evaporen, y al no evaporarse no pueden, por lo tanto, ser
sacrificadas. Las historias pueden ser lo más valioso del mundo si saben
conservarse de principio a fin, o al menos desde un punto medio hasta ahora.
Hay gente que no recuerda su origen y no por eso su historia es menos valiosa e
interesante que la de aquel que recuerda cómo su bolsa intrauterina se rompió
para darle paso a la vida exterior.
Tu
historia es el marco de fotos de tu vida, tus primeros pasos, es tu esqueleto,
es cada beso que has dado, es tu familia o tus amigos, o ambos, es tu locura y
tu cordura, tu sueño, la luz que desprendes, las ganas de afrontar huracanes,
tsunamis, tormentas de arena, diluvios universales; así como todo a lo que has
sobrevivido. Tu historia es crecer, es no terminar de aprender. ¿Te das cuenta?
Tu historia eres tú mismo y no existe nada más maravilloso que despertarse por
la mañana y, sin siquiera darte cuenta, sobrevivir a miles de huracanes más con
una jodida sonrisa en la boca.
Tu
historia es tu historia y no dejes que nadie te la arrebate.
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