jueves, 19 de marzo de 2015

Intranerso

Cómo la jodida intro de un libro que apenas lleva una semana en mi habitación ha podido cautivarme tantísimo. En realidad, no sería todo tan bonito y "literariamente orgásmico", si no fuera porque ha llegado a mis manos una mala señal con un tan sumamente magnífico libro de poemas.

Conforme iba leyendo línea tras línea, saboreando la tinta del libro con ese entusiasmo al que le llega a acompañar un dulce sabor de boca me he dicho a mí misma: ¡Mierda! He dejado de escribir y me estoy abandonando. Por un momento he recordado cuánta vida me da relatar todos los pensamientos que llegan a visitar mi desastre de mente. Leer a Carlos me ha ayudado a reaccionar.

Me he acordado incluso de Sara ¿o María?... Ya no me acuerdo del nombre de esa chica que conocí en un viaje de Valencia a Madrid. Aquel día -especialmente soleado para estar en pleno diciembre-, conocí a una tía que me empujó a seguir escribiendo, que se interesó por mi blog y que, quien sabe, quizás llegó a guardar bajo buen recaudo el enlace que escribí en su móvil y llega a leer estas líneas que hablan de ella. En el caso de que, afortunadamente, topes con estas palabras quiero decirte: GRACIAS. Gracias por confiar en mí, viajera desconocida, por recomendarme palabras mágicas, por no dormirte mientras te contaba todas mis inquietudes y, joder, gracias sobretodo por amenizarme el viaje. Bonitas gafas de sol.

No sé como enlazar la relación que hay entre el libro que estaba leyendo hace media hora con 
Sara, María, Carlota o como se llame mi amiga de dos horas. No importa eso. Pero de lo que estoy segura es que esa relación, cualquiera que sea, es estupenda y maravillosamente genial. La fuerza que uno encuentra por el camino es a veces infinitamente mayor que la que tratas de buscar todas las mañanas. 

No quiero dejar nunca de escribir. Y como dije un día, 

si me quitan las palabras, me lo quitan todo.