domingo, 8 de febrero de 2015

Detesta las lentejas, pero siempre trata de comerse unas pocas cada vez que las cocinamos, aunque creo que solamente lo hace para que nosotras nos comamos el pescado una vez por semana. Tiene un espíritu de rebeldía imparable, unas ganas de luchar e inconformismo que no empujan a cualquiera a recorrer kilómetros para manifestarse contra los recortes en sanidad.

Los viernes siempre acaba quedándose dormida en el sofá , lo que conlleva a que los sábados por la mañana nos pregunte: "Oye, ¿cómo acabó la película de ayer?". Está en contra de los desayunos con leche de vaca pero a favor de la fruta todos los días. Fuera de convenciones, se salta cualquier esquema "adecuado" para la sociedad. Y eso me gusta de ella. 

Pero no solamente eso. Me gusta cuando sonríe, pero sobretodo cuando lo hace bajo esos labios de color rosa que se pinta a veces. Me gusta cuando me venía a ver a las actuaciones del cole, cuando hacíamos manualidades juntas, cuando nos reímos de cosas que solamente nosotras y el tiempo pasado juntas hemos logrado entender, que se vista como le da la gana. Me gusta que me diga: "Chao, cariño. Cuídate." antes de despedirse cuando hablamos por teléfono desde sitios tan lejanos. Me gusta hacer que se sienta orgullosa, que me ayude a crear un futuro. Me gusta todo eso y mil cosas más, y a pesar de pasar tantos buenos momentos juntas, no recuerdo un dolor tan agudo excepto el que siento cuando ella llora.

Supongo que cada hijo lo dirá de la suya, pero nunca la he considerado ni mucho menos una madre convencional, una mujer convencional. Lejos de prejuicios, superficialidades, egocentrismos y egoísmos. Siempre ha puesto por delante crear un pensamiento crítico en nosotras antes de darnos y hacernos lo que queríamos, por muy mínimo que fuera aquello que deseábamos. Al igual que mis hermanas, he aprendido (y sigo haciéndolo gracias a ella) a saber decir que no, a luchar por lo que quiero, a guiarme por lo que siento con el corazón. Ella nos aconseja y nos quita la razón cuando no la tenemos o nos dice cosas que a veces no nos gustaría oír, pero eso sirve para que aprendamos de nuestros errores, para ser personas racionales. 

No puedo pedir más ni ser más feliz por tenerla en mi vida. Mi amiga, mi compañera de vida. Gracias por habernos traído a la vida, mami.

Necesito ahora -más que nunca- que me quites la razón.