sábado, 23 de noviembre de 2013

FATE


Sí, existen esas canciones que te hacen teletransportarte al momento en el que las escuchaste por primera vez, o también, a cada lugar que visitaste y todas las carreteras que recorriste todas las veces que la escuchabas antes y que ahora, por todo el tiempo pasado, ya no disfrutas tan a menudo de ellas. Porque cada canción es una historia; unas perduran y cada vez que las escuchamos aparecen cosas. Nos bombardean los recuerdos. Pero, sin embargo, en ocasiones esas historias ni te van ni te vienen y dejas de escucharlas. Prefieres olvidarlas.
Esta canción en concreto me recuerda a ti. Y no sabría decirte por qué; si porque me la enseñaste o porque aparecía siempre en el momento justo
a pesar de tener el modo aleatorio encendido.
Tenía la habilidad de aparecer siempre que hablaba contigo.
Me recuerda al intercambio con Questembert (perdonad, ha acabado la canción y debo ponerla de nuevo…).
No puedo evitar sentirme feliz escuchándola de nuevo. Es como tocar, observar y sentir otra vez todo. Veo mis experiencias en Francia, que me cambiaron por dentro, como siempre que viajo al extranjero; no sé, me purifica, me ayuda a plantar en mi mente más semillas blancas, las buenas, como dice un monje del que no recuerdo su bizarro nombre.
Me veo a mí en la carretera, no fuera, quiero decir dentro de un coche (qué mal se me da la ironía…) y me veo también con mis cascos y mirando hacia la ventana, de vuelta de un día de playa, y tú retumbando en los pensamientos. Y pienso en las respuestas negativas, y qué hubiera pasado si te hubiera dicho que sí, y a los que les dije que sí, si les hubiera rechazado. Me pongo a reflexionar sobre todas esas cosas. Sobre el destino, en el que creía antes, y en todas las cosas que me ha arrebatado si es verdad que existe.
¿Soy la única persona que piensa en estas cosas? ¿Qué hubiera pasado si en lugar de vivir todas las experiencias, tanto buenas como malas, hubieran ocurrido de manera totalmente contraria? Sólo sé seguro que no estaría aquí, desde donde escribo… y es que, ¿qué hubiera pasado si ese día en el que trataste de darme un beso no te hubiera rechazado? ¿cómo os hubiera conocido si aquel verano no me hubiese apetecido veranear en la montaña porque seguía sin poder separarme un segundo de mi madre? ¿y si no hubiera conocido a lucía? ¿con quién hubiera compartido un verano entero?
Dicen que estamos determinados por el destino, que es quien decide si nos vamos a morir con 20 o con 89 años, que escoge a la persona con quien más años de nuestras vidas compartiremos álbumes de fotos que quizás luego haya que romper o quemar, que viviremos en un país diferente o en el mismo pueblo en el que te criaste, si seremos alguien famoso o un ciudadano más.
Yo no sé si fue por madurez o porque todo me salía al revés de como deseaba, pero un día decidí deshacerme del destino, acuchillé al viento porque no encontraba otro culpable aparente. Me deshice de posibles pruebas que él usaría en mi contra, y me autoconvencí de que no existe esa persona con el que acabarás un día sí o sí. Que aunque llegues tarde a las reuniones o a la universidad, me lo cruzaría igual por los pasillos. No, no y NO. No quiero esperar a que los astros se alineen y me concedan al príncipe con el que muchas (y muchos) sueñan. No me lo creo, no me creo que por no salir esa noche de fiesta y no te cruces con el hombre de tu vida, estará el lunes sentado en el banco en el que siempre esperas al bus.

Definitivamente no creo en el destino, sino en mí.

lunes, 18 de noviembre de 2013

sábado, 16 de noviembre de 2013

Besarnos hasta borrarnos la identidad


Enamorados del descontrol,
dieciocho años,
poca cautela, 
muchos condones,
muchas lagunas,
su momento;
reír, llorar, bailar hasta que se nos carguen los gemelos,
ahogar los desamores en Vodka,
gritar a los árboles,
correr con la música a tope,
besarnos hasta borrarnos la identidad,
equivocarnos, ensuciarnos, perdonarnos,
intercambiando olores,
buceando bajo las sábanas,
descontrolarnos,
impidiendo el paso a la rutina,
querernos, olvidar los problemas,
suena utópico a veces,
pero me gusta tener dieciocho años. "Y, ojalá, 
ojalá como dijo aquel filósofo, el tiempo sea cíclico" y podamos reencontrarnos
dentro de 100 años y tengamos la oportunidad de volver a vernos
en los bares, y de reír, llorar, bailar
hasta que se nos carguen los gemelos, 
de ahogar desamores en Vodka,
gritar a los árboles, besarnos hasta borrarnos la identidad...
Y arrepentirnos de todo entre carcajadas
durante la penúltima canción de la noche
 en la que todos volvamos a estar locos como en 100 años antes.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Lara no, Clara.

Hace tiempo me dijeron que no era bueno soñar tanto de día. Se confundían. No sabían que las mejores personas se encuentran ahí, en los sueños.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Some places remind me of you.








Ambos odiamos los domingos y no sabemos por qué. Sabemos que odiamos cosas porque las vemos, porque nuestras cabezas lo dicen: hoy es domingo, y es lo que toca, estar melancólico.
Some places remind me of you.
Ni París, ni Teruel. A mí me enamora Madrid.
No sé si será por el aura contaminadora que la envuelve, o por los desayunos en el Rodilla, o por las paradas fallidas, o por las puestas de sol en el templo de Debod, o por las compras estresantes por Gran Vía, o por el calor de la calle Preciados y el frío de Malasaña, o por las tabernas de La Latina, o por las noches de cena callejeras rodeada de gente desconocida, o por las visitas guiadas en coche, librándote de los concurridos pasos de cebra, o por las tardes improductivas en cuanto al estudio y completamente llenas en cuanto a las conversaciones. O será por los paseos por el Manzanares, o por los modelitos de la gente que me cruzo por cualquier calle, o por la inexpresividad de los abuelos que pasean con sus bastones, o por las miradas furtivas con chicos en el tren de vuelta a casa, o por las comidas en cualquier rincón. O por las carreras de los coches cuando el semáforo indica movimiento color esperanza, o será por la cantidad de artistas callejeros que no tienen nada que perder, o será por la indignación y fortaleza que refleja cada baldosa de la Puerta del Sol, o por las calles que parecen no terminar nunca, o por esas preguntas tan fáciles de contestar a las 7 de la tarde: ¿qué te apetece hacer?, o por ser Madrid y no Santander, o por ser el primer destino en mi cabeza los puentes de Navidad o Semana Santa. O porque nos vendieron la ridícula frase de "de Madrid al cielo, y desde allí, un cachito para verlo". No sé, es Madrid, no sé explicarlo de otra manera.

martes, 5 de noviembre de 2013

Y al otro día, quiéreme.

Creo que nunca una canción me ha sacudido tanto el alma.
 Se podría decir que depura,
engancha, 
atrae,
reinicia, 
calma,
desestresa,
emociona.


"Relajémonos y pongamos música. 
De pronto, abalancémonos como bestias indómitas. 
Mordámonos, toquémonos, gritémonos. 
Permitámonos que todo sea valido. 
Y sin parar, follémonos. 

Follémonos hasta quedar afónicos, 
follémonos hasta quedar escuálidos. 
Y al otro día, quiéreme. 
Unamos nuestro caminar errático descubramos restaurantes 
asiáticos, compartamos películas, 
celebremos nuestras onomásticas regalándonos fruslerías 
simbólicas. 
Comprémonos un piso. Hipotequémonos. 
Llénenoslo con electrodomésticos y regalémosle nueve 
horas periódicas a trabajos insípidos que permitan llenar el frigorífico. 
Y mientras todo ocurra, solo quiéreme. 
Continúa queriéndome mientras pasan hespiditas las 
décadas dejando que nos arrojen al hospital geriátrico. 
Inválidos, mirándonos sin más fuerza ni dialogo que 
el eco de nuestras vacías cáscaras. 
Quiéreme para que pueda decirte cuando vea la sombra 
de mi lápida 
Ojalá, ojalá como dijo aquel filosofo, el tiempo sea 
cíclico y 
volvamos reencarnándonos en dos vidas idénticas y 
cuando en el 
umbral redescubierto de una noche de miércoles 
pretérita tras 
chocarme contigo, girándote, me digas: uy, perdóname, 
ruego que 
permita al Dios autentico que recuerde el futuro de 
este cántico, y 
anticipándolo, pueda mirarte directo a los ojos y 
conociéndolo muy 
bien, sabiendo el de venir de futuras esdrújulas, 
destrozando de un 
pisotón mi brújula te diga: Solo quiéreme".