martes, 28 de enero de 2014

Coldplay para sacudir el alma

Tenías razón. Tener vergüenza es aburrido.
Es aburrido ir por la calle y vestir como los demás, hablar no muy alto para no alterar las conversaciones ajenas, seguir dietas equilibradas y bajas en azúcares y grasas saturadas, seguir horarios, llevar el tiempo incrustado en la muñeca y no saber que somos esclavos de él, es aburrido escuchar la misma música un día sí y otro también sin descubrir estilos diferentes que jamás te propondrías meter en el iPod.
Es aburrido hablar del tiempo que hace hoy y de los exámenes, es aburrido ducharte sin cantar, andar bajo el sol sin cerrar los ojos y sentirlo o dormir sin abrazarte a nada.
Es aburrido hablar de poesía con quien no ha abierto un libro en su vida por voluntad propia, es aburrido mirar con los ojos y no con el alma, es aburrido hacer el amor a escondidas y reírte de la gente a plena luz del día, es aburrido no escribir sobre lo que sientes o piensas, es aburrido no pensar en qué es lo que te define A TÍ y te hace ser especialmente diferente de los demás.
Es aburrido no hacer deporte, no escribir en pleno viaje de bus en el que el paisaje es la mejor inspiración, es aburrido no volver a ser niño cada vez que compartes un trozo de tu vida con tus amigos.
Tenías razón, hay muchas cosas que nos atan a la realidad sólo para que siga en funcionamiento y no me daba cuenta de que sólo el desorden crea la vida más perfecta, más sencillamente especial.


jueves, 16 de enero de 2014

JOYEUX ANNIV

De vez en cuando debemos hacer balance de las cosas. Normalmente tenemos la costumbre de hacerlo una vez al año e incluso una vez cada dos. Y ya que hoy cumplo 19 años, aprovecho el momento para hacer mi balance; pero no uno cualquiera, sino uno bastante más especial que todos los demás. Es el primer balance que escribo viviendo en otra ciudad.
Es también el primero que escribo tras haber abierto todo mi corazón a muchas personitas especiales que ya he conocido aquí en Teruel. Estos 19 años están formados, cada uno, de todas las personas que me he ido cruzando a lo largo de toda mi vida. Cada una de estas personas ha pintado su huella característica en mí. Todos ellos me han dejado algo precioso, se hayan ido o no. Consejos, lecciones, decepciones, respeto, risas.
El caso es que veo que mi vida hasta los 16 avanzaba despacio, insegura, trazando caminos discontinuos y en muchos tramos, borrosos. Hasta que llegaron los 17 y todo comenzó a avanzar con más velocidad hasta tal punto de no controlar los latidos del corazón ni el raciocinio de la mente. Todas conexiones establecieron un compás sincronizado y mi cuerpo comenzó a caminar con fuerza, con pasión y sobre todo por valentía y amor por lo que vivía cada día. Los días me parecían eternos y las noches cortas. El brillo de las cosas que no tenían brillo se intensificó y las cosas que no brillaban… adivinadlo: comenzaron a brillar por arte de magia. La razón de tan cursi transformación vital: crecer, superar, sentir, volar.
Fui consciente de que nos pasamos la vida tratando de conseguir lo que queremos y tapar esos agujeritos internos con caprichos. Queremos acortar distancias internas con objetos materiales. Y no. No podemos. Cuando nos damos cuenta de esto es realmente cuando dejamos de rellenar huecos inmateriales con cosas materiales. Es lógicamente imposible que dé lugar a un resultado óptimo. Ahora sé qué me hace feliz.
Queda hablar de la mejor edad vivida hasta ahora sin duda: los 18. En los 18 he sido golpeada por la ola más grande de experiencias. Todo han sido sorpresas buenas, nuevas amistades, lecciones requeté aprendidas, sentimientos que jamás había sentido y lo más importante, vida nueva y gente nueva, eso sí, sin olvidarme de los que estaban antes y siempre permanecen ahí. Por eso hoy me siento feliz; no sólo por los amigos que tengo aquí, felicitaciones, regalos… sino por lo que soy gracias a mis 18 y todas las dieciochomiles cosas que he aprendido hasta ahora, entre las que se encuentra la manera de ser feliz sin muchos requisitos. Sólo me queda rellenar los 19 como se merecen.


¡FELICES 19 PARA MÍ!


lunes, 13 de enero de 2014

ÉPOCA DE EXÁMENES, ÉPOCA DE PENSAR

En estos mismos momentos, el 90% de los estudiantes universitarios españoles estarán estudiando delante de un gran montón de apuntes. Probablemente los cafés sean la principal fuente de la poca energía que les queda en el cuerpo, o una bebida energética, para gustos los colores.
Probablemente no se habrán aprendido todavía la mitad del temario cuyo examen es en menos de tres días. Probablemente el móvil sea primordialmente algo que deberían haber dejado en su cuarto y no haberlo traído a la biblioteca. Probablemente los padres de estos estudiantes estarán preocupados por ellos, animándolos a seguir hincando codos cuando sienten que del cerebro les sale humo por el que se escapan, traviesas, las ideas principales de cada tema de historia. Probablemente alguno de estos estudiantes está barajando la posibilidad de copiar ante la desesperación de meter doscientas definiciones en un cerebro en el que ahora mismo solamente cabe una y media.
No creo arriesgarme a quemarme la mano en el fuego si afirmo con valentía que la mayoría de ellos se arrepiente de no haber empezado a estudiar, al menos, dos semanas antes. 
Probablemente el INE o cualquier listillo con mucho tiempo que perder, estarán frotándose las manos de placer, al pensar, sonriendo malignamente, en todas esas bonitas estadísticas que se publicarán gracias a sus méritos sobre la cantidad de horas invertidas en el estudio de estos alumnos, las asignaturas que creen que suspenderán o el éxito en las notas de éstos en comparación con otros países de la Unión Europea.
Pero lo que esas estúpidas e inútiles estadísticas no van a recoger en números es el estrés de cada pupilo, tanto de los que han estudiado como los que no. Esos momentos en los que no sabes qué hacer, si seguir estudiando hasta caer redondo sobre los libros o mandarlo todo a la mierda e irte a dormir. Esos momentos en los que te ves rodeado de gente que está en la misma situación que tú. Desconsolados, agobiados, preocupados prematuramente por la convocatoria de septiembre. Yo soy quien veo las caras de derrota por no poder más y los pasos arrastrando los pies porque no tienes fuerza ni de ir hasta tu cuarto.

Wert, ajeno a todo esto, quizás esté ahora mismo tirado en el sofá, con la mano bajo el pantalón de su pijama, con la boca medio abierta y los ojos entrecerrados, probablemente disfrutando de Intereconomía o de algún programa similar. Probablemente dentro de cinco o diez minutos estará roncando en el oído de su mujer. Todo esto mientras nosotros vamos a pasar noches enteras en las bibliotecas, salas de estudios y habitaciones. Pero eso a él no le importa.
Soy yo la que veo ojos caídos de sueño, ojeras e incluso lágrimas, no usted señor Wert. Somos nosotros, los estudiantes, quienes mejor conocemos lo que ocurre en las aulas y fuera de ellas. 

miércoles, 8 de enero de 2014

Gris metal, gris madera.


Hipotequémonos.
Hagámonos muy viejos los dos.
No es necesario estar juntos.
Sólo acordarnos el uno del otro y sonreírnos al pecho recordando lo que fuimos con dieciocho años bajo las sábanas de este precioso funeral en el que nos volvemos a ver.
Te cambio esa rosa por la libertad y va, dime que te vienes un rato a volar. Como antes.
Como cuando corríamos detrás de los aviones antes de que echaran a volar. Vente conmigo y te prometo que nos veremos reflejados en el charco de tu calle con 50 años de menos.
Vendamos el alma al indigente que más la necesite, cojo mi guitarra y sube a las notas, trataré de no hacerte cosquillas esta vez. No nos verá nadie, yo te camuflaré tras esta felicidad estúpida que nos envuelve y nos está separando del mundo real.
¡Cuidado con las notas graves!
Son pequeños baches del camino... épocas de exámenes cuando apenas podíamos vernos, las mentiras, las borracheras que acabaron en lágrimas y camas separadas, los chismes que me hacían bloquearme y ver todo gris. Sabía que hoy iba a verte. No sabes lo bien que te sienta el fucsia en los labios. Va, ven un ratito, por favor. Prometo no rozar tus labios, no acariciarlos con los míos. Sé que a Miguel no le gustaría vernos aquí, en el aeropuerto de nuevo.
Joder, qué buena pareja hacéis... El marrón de tu abrigo con la madera del ataúd.
Lo quiero todo contigo, sigo queriendo todo contigo. Quiero volver a ser joven y sólo puedo lograrlo si me agarras de la mano. Tu sonrisa se llama libertad.