lunes, 17 de octubre de 2016

De noche letrista

Estoy dando vueltas en mi cuarto. Llevo días con un tic en la mano que me hace dar golpecitos en cualquier mueble que alcance mi brazo, como si marcara el ritmo de una canción. Pero sin música. Tus recuerdos como pensamientos recurrentes, tu risa como castigo y fuerte potenciador de querer caer de nuevo y acabar con el mono. Eres el cigarrillo que cojo después de decir que el anterior era el último que me iba a fumar.

Tengo otro tic. El de volver a quedarme embobada mirándote, de pasarme de los 3 segundos de cortesía, porque una mirada solo quiere decir algo cuando dura más de 3 segundos. Te juro que ahora a los 2.5 segundos ya me empiezo a preocupar y tengo que apartar la vista.

Ejercicio de voluntad, juego de cartas en el que hemos apostado tal cantidad de dinero que hemos dejado la partida sin acabar, por lo que pueda pasar, por el miedo a perderlo todo y que de alguna forma el otro también lo haga.

Cuesta recordar el detalle de tu sonrisa detrás de la puerta y, por eso, como soy tan olvidadiza, procuré memorizar el hueso de tu hombro, tus cejas vistas desde cerca, las dioptrías de tus gafas, tus dedos con los míos y el orden de tus pulseras.

Porque aquella noche sabía que iba a ser la última.

[...] o también llamado síndrome de deprivación a drogas que se define como "grupo de signos y síntomas que aparecen en el individuo como consecuencia de la supresión o reducción del consumo de una droga".

Así que, lo que una vez saboreé con los labios, ahora lo colecciono como recuerdo. Me revuelvo en la cama, desbloqueo el móvil, para comprobar que no he escuchado el mensaje que no me has mandado; miro todas las fotos que no nos hemos hecho, recuerdo  conversaciones, los dos besos de despedida, siempre más cercanos que los de bienvenida.

Bueno, vale, si lees esto: LO RECONOZCO.

Estoy con el mono, en pleno síndrome de abstinencia. Y con la espuma en la boca, miro para el lado de la cama en el que debería tener tumbado el chute de esa sustancia psicodélica y algo se me pasa por la cabeza.

Qué locura, que llegué a pensar que te quedarías conmigo.




miércoles, 12 de octubre de 2016

Cuando no te veo

Era como nadar a contracorriente.
Como la arena que te entra en los ojos cuando pasas por la calle en octubre.
La respiración fallando, eligiendo cuando vivir o seguir cayendo en picado.
El amargor de la incertidumbre, el mono del drogadicto.
La cuerda que no puedo saltar,
la camiseta que no volveré a ponerme porque se ha desgastado,
las emociones que no sé describir ni escribir en mi cuaderno,
la certeza de estar en lo incierto,
el pulso del viejo,
el beso del amante,
la rabia del niño sin su chocolatina,
la conexión perdida y la sesión caducada.
Los posos del café,
la nota que se cae de la nevera,
el cambio de opinión,
la arruga de la sábana,
(la pastilla que ya no hace efecto)
la espera impaciente del efecto del calmante.
El mensaje que sabes que nunca vas a recibir.




La paz que no querías.

Cuando no te veo

Era como nadar a contracorriente.
Como la arena que te entra en los ojos cuando pasas por la calle en octubre.
La respiración fallando, eligiendo cuando vivir o seguir cayendo en picado.
El amargor de la incertidumbre, el mono del drogadicto.
La cuerda que no puedo saltar,
la camiseta que no volveré a ponerme porque se ha desgastado,
las emociones que no sé describir ni escribir en mi cuaderno,
la certeza de estar en lo incierto,
el pulso del viejo,
el beso del amante,
la rabia del niño sin su chocolatina,
la conexión perdida y la sesión caducada.
Los posos del café,
la nota que se cae de la nevera,
el cambio de opinión,
la arruga de la sábana,
(la pastilla que ya no hace efecto)
la espera impaciente del efecto del calmante.
El mensaje que sabes que nunca vas a recibir.




La paz que no querías.

martes, 6 de octubre de 2015

Para nadie.

"Aún no te conozco, aún no sé tu nombre
y ya echo de menos tus domingos por la tarde. 
Aún no me he atrevido a jugar mis cartas 
y ya tengo miedo de no conseguir jugarlas. 
No detuvo el tiempo un beso furtivo, 
pero en mi cabeza ya está todo decidido:

Me faltan detalles que he de concretar, 
el color de ojos, por ejemplo, me da igual.
Risas que no falten, me voy a callar...
(Todas esas cosas que puedan sonarnos mal).

No sentí tus labios, 
no he sentido el peso de tu cuerpo
y ya estoy muriéndome de celos 
por el hombre que ahora besa tu pecho. 
He de reconocer que no tengo derecho.

Aún no hemos reído como dos idiotas, 
te tengo guardadas mis mejores bromas. 
Aún no he conocido tus raras manías 
y ya tengo ganas de que aguantes tú las mías. 
Aún no hemos sufrido la cruel rutina 
y ya estoy pensando cómo llenaré los días.

Aún no te conozco y ya te he perdido, 
me valdrá cualquiera, siempre me pasa lo mismo..."




miércoles, 23 de septiembre de 2015

De vuelta a mí

No apagada.
Solamente fuera de cobertura,
para reconstruirme,
para abandonarme y redescubrirme
por dentro.
Cuanto más lejos de los orígenes,
más cerca nos encontramos,
nos chocamos con nosotros mismos 
como cuando nos chocamos con alguien al doblar la esquina.
Accidentalmente. A veces necesariamente.
Para encontrarnos.
Para hacernos felices.


jueves, 11 de junio de 2015

Disidentes


Como el disidente de su propia patria, ¡qué escándalo!
El político que regresa a la casa en la que su madre le engendró.
El barco que da marcha atrás. Y los botes salvavidas que llegan al destino pretendido.
El náufrago que vuelve a comprar el billete de ida.
Vuelves como la muerte cuando te roza, y piensas: ¡por qué poco!
Vuelves como el viento que echas de menos en la playa.
Vuelves al origen, al vientre del otro sexo, a aquel anticiclón (al) que nunca debiste provocar.
Dar marcha atrás es retroceder, y retroceder es dar vida a aquello que perecía.
Deja de salvarme la vida -me decía. Deja de salvarme la vida. De lo contrario, nunca podremos disidir de nuestra propia patria.




jueves, 19 de marzo de 2015

Intranerso

Cómo la jodida intro de un libro que apenas lleva una semana en mi habitación ha podido cautivarme tantísimo. En realidad, no sería todo tan bonito y "literariamente orgásmico", si no fuera porque ha llegado a mis manos una mala señal con un tan sumamente magnífico libro de poemas.

Conforme iba leyendo línea tras línea, saboreando la tinta del libro con ese entusiasmo al que le llega a acompañar un dulce sabor de boca me he dicho a mí misma: ¡Mierda! He dejado de escribir y me estoy abandonando. Por un momento he recordado cuánta vida me da relatar todos los pensamientos que llegan a visitar mi desastre de mente. Leer a Carlos me ha ayudado a reaccionar.

Me he acordado incluso de Sara ¿o María?... Ya no me acuerdo del nombre de esa chica que conocí en un viaje de Valencia a Madrid. Aquel día -especialmente soleado para estar en pleno diciembre-, conocí a una tía que me empujó a seguir escribiendo, que se interesó por mi blog y que, quien sabe, quizás llegó a guardar bajo buen recaudo el enlace que escribí en su móvil y llega a leer estas líneas que hablan de ella. En el caso de que, afortunadamente, topes con estas palabras quiero decirte: GRACIAS. Gracias por confiar en mí, viajera desconocida, por recomendarme palabras mágicas, por no dormirte mientras te contaba todas mis inquietudes y, joder, gracias sobretodo por amenizarme el viaje. Bonitas gafas de sol.

No sé como enlazar la relación que hay entre el libro que estaba leyendo hace media hora con 
Sara, María, Carlota o como se llame mi amiga de dos horas. No importa eso. Pero de lo que estoy segura es que esa relación, cualquiera que sea, es estupenda y maravillosamente genial. La fuerza que uno encuentra por el camino es a veces infinitamente mayor que la que tratas de buscar todas las mañanas. 

No quiero dejar nunca de escribir. Y como dije un día, 

si me quitan las palabras, me lo quitan todo.