sábado, 27 de abril de 2013

Tengo la manía de escribir todo lo que me ocurre por muy tonto que parezca. Me gusta plasmar las situaciones o momentos que me ofrece la vida y transformarlos en recuerdos escritos. En recuerdos que sé jamás podrán desvanecerse. Lo que hago es escribirlo de manera bonita para recrear historias, y así engañarme un poquito. Creo que eso es lo que me está pasando factura últimamente. Vivo en una película. Busco el final de ellas (que debe ser feliz, claro) con prisa, sin saber que los momentos que anhelo vienen solos, ocurren a lo largo de esta película llamada vida. Pero soy tan impaciente que no puedo esperar al minuto X del film, y me paso todo el rato inquieta en el sitio, moviendo con nerviosismo los pies, mirando hacia la ventana cada dos por tres, resoplando un ay otra vez enérgicamente y volteándome el pelo de un hombro al otro. Y, ¿sabes lo que ocurre? Que me estoy perdiendo lo que está sucediendo ahora. Mi cuerpo está sobre el sillón, pero en realidad mi cabeza se está imaginando el final, un final directamente dependiente de lo que está ocurriendo ahora.